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lunes, 24 de abril de 2017

VIERNES SANTO


El Señor Jesús asumió el camino de dolor y sufrimiento, en solidaridad con todos los hombres, abrazó generosamente la Cruz, signo de la mayor humillación y no dudó en asumirla para ofrecernos la libertad y la salvación de la fuerza del Pecado. Yo les propongo que hoy miremos a Cristo en la Cruz. Contemplemos a Jesús. Hagamos silencio para que podamos escucharlo, para que sus palabras reconciliadoras entren en nuestro corazón.


¿Por qué Jesús siendo Dios no escogió un camino menos doloroso, si pudo habernos salvado de otra manera? Jesús tomó el camino de la Cruz, por el gran amor que tiene por el hombre, Él quiso tomar sobre sus hombros el gran peso que tiene nuestro pecado, porque al asumir el sufrimiento se hacia solidario con el dolor que experimenta la humanidad. La lógica de su pedagogía es la humildad. ¡Qué gran muestra de misericordia de Dios Padre de regalarnos a su Hijo para que tengamos vida!, ¡qué amor más grande el de Jesús al ofrecer su vida por cada uno de nosotros!

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El Papa Francisco en su homilía decía lo siguiente, pensado en este momento crucial de la vida del Señor y en la enseñanza que trae para la vida de cada persona:

«Jesús sabe que no termina todo con la muerte o con la angustia, y la última palabra de la Cruz: ‘¡Padre, en Tus manos me encomiendo!’, y muere así. Encomendarse a Dios, que camina conmigo, que camina con mi pueblo, que camina con la Iglesia: y esto es un acto de fe. Yo me encomiendo. No sé: no sé por qué sucede esto, pero yo me encomiendo. Tú sabrás porqué.”

Grupo Católico Hispanoamericano